La muñeca
feriante
A principio de los años 50, por los pueblos de América
iba una feria ambulante. Todos sus miembros formaban una gran
familia, aunque también había roces: La hija del dueño del circo,
y el propietario de la casa del terror, se amaban, más el padre de
la joven no admitía aquel amor. Ella, Violeta, era blanca y él,
Ben, un negro, hijo de un practicante de vudú.
Durante mucho tiempo, la pareja se estuvo viendo a
escondidas en la tómbola de una viuda que no se percataba nunca de
nada. Pero el dueño del circo; Si.
Cuando les descubrió, la violenta pelea entre los dos
hombres ocasionó que Violeta se golpeara la cabeza con la estructura
de hierro. Ben, tomó una muñeca rubia con ojos azules y dos coletas
con la intención de asustar al agresor, pero este, sacó su cuchillo
y le apuñaló repetidas veces sin dejarse intimidar por aquella
muestra de brujería.
La muñeca quedó olvidada en el suelo hasta que una
niña del pueblo la encontró y se la llevó a su casa. Esa misma
noche, sus padres perdieron la vida en extrañas circunstancias y,
aunque ella, contó con pelos y señales lo que pasó, no la creyeron
y nadie encontró un solo juguete con las características que la
niña describía.
Una vez la feria volvió a ponerse en marcha en otra
ciudad, con un nuevo encargado de la casa del terror y del circo, uno
de los premios de la tómbola fue una muñeca rubia de ojos azules,
que el primer día fue ganada por una pareja.
Dicha pareja, no regresó a su casa: un accidente a las
afueras del recinto cegó sus vidas.
Al día siguiente, la muñeca volvía a estar en la
tómbola y a ser el primer premio. Nadie le dio importancia, ya que
todos los que se fijaron supusieron que tenía más de una, pero
nadie la ganó en aquella ciudad. Si que fue ganada en la siguiente:
Nuevo Orleans.
Stephanie ganó la muñeca el primer día. Desde que la
tomó en brazos, una extraña sensación se apoderó de ella y
decidió regresar a su casa de inmediato. Dejó la muñeca en una
habitación donde casi nunca entraba, y no regresó a la feria. Los
primeros días pasaron con tranquilidad y sin incidentes, hasta que
un día, cuando regresaba a casa del trabajo, en el buzón, encontró
una carta: Su pareja volvía a casa. Comenzó a recogerlo todo,
organizando la casa para recibirle, colocando adornos y preparando la
habitación donde dormiría.
Esa misma noche, el sonido de una puerta al cerrarse la
despertó. Creyó que era su pareja que se había adelantado, pero no
había nadie. La noche estaba completamente cerrada: ni la luna ni
las estrellas eran visibles, y las farolas estaban apagadas. El miedo
se apoderó de ella. Le fue imposible volver a la cama, permaneció
en una silla a la espera del nuevo día.
Pero el día, tampoco llevó nada bueno.
Las primeras luces del alba, le mostraron que junto a
ella, permanecía sentada y mirándola fijamente, la muñeca ganada
en la feria. Se sobresaltó, ya que no recordaba haberla sacado de la
habitación, pero no sabía el motivo por el cual no podía moverse
ni dejar de observarla: La muñeca permaneció inmóvil.
Al cabo de un par de horas se tranquilizó, se arregló
y cuando regresó al salón, la muñeca no estaba. Se relajó,
suponiendo que solo había sido una ilusión, pero cuando regresó de
la compra, dejó la bolsa en el fregadero y fue a la habitación a
dejar los zapatos y ponerse algo más cómodo, un fuerte golpe
seguido de otros más pequeños la hicieron estremecerse.
Cuando llevó un rato sin escuchar nada, se acercó a la
cocina: Toda la compra estaba esparcida por el suelo, únicamente la
bolsa vacía seguía en el fregadero. No se atrevió a mover nada,
caminando hacia atrás por miedo a lo que hubiera, se sentó en la
primera silla que encontró en el salón, temiendo que pudiera salir
algo de la cocina.
Sin embargo, un ruido la hizo saltar de la silla: el
televisor estaba encendido... Cuando ella llegó, el televisor estaba
apagado y el mando en la mesa, pero en ese momento, estaba encendido
y el mando seguía en la mesa sin nadie más que ella allí.
Corrió sin percatarse hasta el dormitorio, donde una
pequeña mano tras la cama, jugaba con la persiana subiéndola y
bajándola. Stephanie comenzó a gritar y a llorar. Corrió escaleras
arriba, mas todas las puertas estaban cerradas y ninguna se abría.
Acabó por bajar, pero en el último escalón, su cuerpo
se paralizó: La muñeca que le había tocado en la tómbola se
encontraba delante de ella, con mirada asesina, sonrisa macabra y un
cuchillo en la mano. Quiso gritar, pero la voz no le salía, quiso
moverse, quiso huir, quiso luchar... Tres cuchilladas: una en la
femoral, otra en el vientre y otra en el corazón acabaron con su
vida.
Han pasado 60 años, pero aún en la feria, hay una
muñeca rubia, con coletas, ojos azules y vestida de época. Todos
los años una o dos personas pierden la vida, y el juguete siempre
regresa a la misma tómbola de la misma feria.
No hay más de una muñeca: ES LA MISMA MUÑECA.